¡Hola!
En un punto de nuestra vida,
todos nos hemos preguntado si Dios existe. Yo también tuve muchos momentos así.
Muchos días sin creer, muchos días creyendo un poco, muchos días creyendo
mucho, muchos días sin saber que pensar y en muchos otros ya estaba cansado.
Yo sé que Dios le habla de una
manera diferente a cada persona. Y es por eso que te quiero contar una
experiencia que tuve hace 8 años, cuando Dios me habló durante una noche (o
varias... ya entenderán porque lo digo así).
Lo que les voy a contar, para
mí fue muy real, como si estuviera despierto y consciente. Puede ser que si
sucedió o a lo mejor Dios sabía que esa era una buena manera de llamar mi
atención...
Te invito a que me prestes unos
minutos de tu tiempo para contarte lo que paso aquella noche:
Era muy joven, tenía 22 años y tenía
varios años de estar muy alejado de Dios. Me la pasaba saliendo con mis amigos,
enfocándome en mis estudios, trabajo y metas personales. Quería pasarla bien y
no le dedicaba nada de tiempo a Dios. No te contaré muchos detalles de mi vida
personal, pero te diré que no era nada feliz.
Día 1
Fue entonces cuando una noche
al dormir, de pronto desperté... pero al abrir mis ojos vi que no estaba en mi
cama. Me sentía despierto, muy consciente, pero desorientando por no saber que
estaba pasando. Lleno de adrenalina por la sorpresa de despertar en un lugar
extraño.
Traté de calmarme, puse la mano
sobre una pared que había a mi lado y respiré hondo varias veces para aclarar
mi mente. Lo último que recordaba era estar en mi cama, pero ahora, estaba en
la entrada interna de un hospital. Se trataba de un pasillo blanco, largo y
lleno de ventanas. La siguiente imagen se parece un poco a lo que viví en ese
momento:
Comencé a mirar a todos lados para tratar de entender lo que
sucedía. Caminé despacio a través de los pasillos. Había muchas personas
reunidas en pequeños grupos. Todos estaban tranquilos, me miraban un momento
mientras yo pasaba junto a ellos y luego continuaban hablando como si mi
presencia no les afectara en nada. Fue entonces cuando me di cuenta. Ese lugar
no se parecía en nada un hospital normal. No había enfermos, doctores,
enfermeras, camillas, nada que tuviera que ver con medicina. Eso hizo que mi
duda fuera aún más grande.
Podía ver que ese Hospital era
grande, con pasillos largos, paredes blancas y muchas ventanas por las que se
podía ver un bosque con un pasto muy verde. Había muchas habitaciones y luego
de mirar adentro de varias me di cuenta que todas eran iguales. Era una
habitación para una sola persona, de 3 metros de largo y 2 metros de ancho, con
una sola cama y un mueble pequeño en el fondo, ninguna tenía ventana y también
eran de color blancas por dentro.
Esta foto se parece un poco a
esas habitaciones:
Continué caminando por los pasillos y lo siguiente que me llamó la
atención es que había bancas en los pasillos o en las esquinas donde las
personas se sentaban a hablar largas horas. En algunos lugares frente a las
bancas había televisores.
La foto más parecida que he
logrado encontrar es la siguiente (solo que no había nadie en recepción):
Una persona se acercó y me saludó. Era un hombre alto y delgado,
como de 45 años. Creo que por mi mirada y por mi comportamiento era obvio que
era nuevo en ese lugar. Su nombre era John, me invitó a sentarme y estuvimos
hablando por varias horas ese primer día.
John me explicó que ese era un
lugar donde iban algunas personas que Dios quería hablarles pero que ellos en
su vida diaria ignoraban a Dios. Que nunca tenían tiempo para él. Que en muchos
casos Dios ya les había hablado a esas personas por medio de otros sueños, por
circunstancias y hasta por medio de mensajes que les daba a personas que ellos
conocían. Pero que, sin embargo, continuaban ignorándolo.
Ese primer día no fue nada
fácil para mí. Le dije a John que yo sabía que todo se trataba de un sueño, que
pensaba que iba a despertar en cualquier momento pero que entre más pasaban las
horas más empezaba a sentirme nervioso por no hacerlo. A lo que él contesto:
John: Tú tienes un cuarto
asignado acá, nadie más que tú y Dios sabe dónde está ese cuarto. Puede ser que
hoy mismo o hasta de dentro de unos días Dios venga a este Hospital y te llame para
que vayan a tu habitación. Entonces tendrás una charla con él y así podrás
salir de este hospital, o despertar, dependiendo de si crees que esto es un
sueño o no.
A lo que le contesté: ¡Dios
viene a este lugar! Eso no puede ser verdad, no lo creo. Y, además, si fuera
así de simple salir de acá. ¿Porque entonces hay tantas personas que aún están
aquí?
John respiró profundo y tomó
unos segundos para contestarme, como aquel que mira a alguien y le tiene que
explicar algo tan simple que da enojo tener que explicarlo. Luego me dijo con
voz cansada:
John: ¿No te has enterado de
nada cierto?
Me asombré mucho por su
reacción. Pero dado que, en mi cabeza, yo hacia unas horas atrás estaba
durmiendo en mi cama y ahora está en un Hospital charlando con alguien que jamás
había visto en mi vida, espere una respuesta que no fuera tan común.
John: ¿has tenido hambre desde
que estas aquí? ¿Has tenido sueño, frio, calor, cansancio o necesidad de algo? ¡Verdad
que no!
La verdad desde que había
llegado a ese lugar estaba tan sorprendido y tratando de entender de como
llegué de mi cama a ese hospital que no había puesto atención a muchos otros
detalles. A pesar de haber estado ya varias horas para ese momento, no tenía
hambre ni frio ni nada.
John: al pasar de los días,
cuando las personas se sienten a gusto aquí. No quieren salir. Así que muchos
cuando Dios viene a este Hospital y los llama a su cuarto no quieren ir para
hablar. Muchos de los que están acá tienen muchos problemas económicos, grandes
vicios con drogas, problemas con sus familias y con sus propias vidas. Así que
este lugar es un refugio para ellos y prefieren seguir aquí antes que hablar
con Dios y algo peor, volver a su vida diaria.
Todo eso me dejó pensando
mucho. John y yo continuamos hablando un rato más y luego se despidió. Camino
por un pasillo largo y luego doblo en una esquina y no lo vi más por ese día.
Al cabo de un rato noté por las
ventanas que anochecía y que algunas personas regresaban a sus cuartos. Así que
caminé por los pasillos, con un sentimiento extraño dentro de mí. Sabia hacia
donde me dirigía, aunque nunca antes hubiera estado ahí. Subí unas gradas y caminé
por más pasillos más hasta encontrarme con una habitación que sabía que era la mía.
Ingresé y vi que no había nadie ahí. Me acosté en la cama y me quedé pensando
mucho en todo lo que estaba pasando. Ese primer día había llegado al Hospital y
había entendido un poco el propósito de estar ahí. Aun con más preguntas que
respuestas me dispuse a dormir.
Día 2
Desperté en unas sábanas
blancas luego de un largo sueño. Me sorprendí de golpe al pensar que las
sabanas de mi cama no eran blancas y fue entonces cuando todo, como un golpe
seco, volvió a mi mente. Aún estaba en el Hospital, no había despertado en mi
casa, sino que continuaba en ese extraño pero acogedor lugar.
Tal y como lo había mencionado
John, al no tener necesidad de nada en ese lugar. No tuve que buscar un
servicio sanitario ni un lugar donde desayunar. Me pareció de lo más raro la
idea de no sentarme en una mesa a probar un delicioso desayuno.
Estuve un rato en esa
habitación y luego caminé por mucho tiempo por todo aquel Hospital. Poniendo atención
a todos los detalles que había pasado por alto el día anterior. Nadie ahí
peleaba, alzaba la voz ni discutía de nada. Todos estaban muy tranquilos y a
gusto. Se la pasaban horas sentados hablando o viendo televisión. Según
recuerdo la persona más joven que vi podía tener unos 15 años, y luego todo
tipo de edades. Me pareció ver la misma cantidad de hombres que mujeres.
Ese segundo día lo dedique a
conocer a las personas ahí. Me senté hablar con varios hombres y mujeres, a
conocer un poco su historia de vida. Recuerdo 2 historias en particular.
Uno era de un joven de unos 25
años que era adicto a todo tipo de drogas y a meterse en problemas. Pero que
estaba muy a gusto desde hace unos 3 meses desde que había llegado a ese lugar.
Fue entonces cuando descubrí algo nuevo. Según el joven, él vivía en Europa y
cuando estaba en su casa era el año 2001. Esto me sorprendió mucho, ya que yo solo
hablo español y que, para mí, era el año 2012, ¡no el 2001!
Al hablar con una segunda
persona. Una mujer de unos 35 años, de cabello largo y algo despeinado. Fue
igual mi sorpresa ya que ella mencionó que vivía en otra época diferente a la mía
y en un país con un idioma diferente. Sin embargo, yo le podía entender lo que
hablaba.
Luego de pensar esto un rato.
Pensé que si estaba en un lugar donde no sentía hambre o frio, no debería de
sorprenderme tanto por hablar con otra persona que no hablara mí mismo idioma,
o que no hubiera vivido en el mismo año que yo-
Historia de John
Al cabo de un rato vi a John a
lo lejos y fui a buscarlo para hablar con él. Le comenté mi charla con estas 2
personas y soltó una risa como si le hubiera contado un chiste muy gracioso.
John: ¡eso que dices es lo más
normal por acá! ¿Yo por ejemplo hablo inglés y aunque no sé qué idiomas hablas
tú, ambos nos podemos entender como si habláramos el mismo idioma verdad?
Solté un soplido, como aquel
que bota una persona que ha estado estresada. Y me reí junto con él. Estuvimos
hablando durante toda la tarde hasta que se hizo de noche. John me contó de
muchas personas que había conocido ahí, de sus historias de vida, de sus miedos
a volver al mundo real y de que hasta llegó a conocer a un hombre de 60 años
que decía tener 2 años de estar viviendo en el Hospital.
John: imagínate lo difícil que
puede ser para ese señor volver al mundo real. ¡Puede que hasta termine loco!
Luego de esto John tuvo un poco
más de confianza y me conto un poco de su vida. El vivía en el año 1836. Junto
con su esposa vivía en una granja en uno de los estados centrales de Estados
Unidos. Tenían un granero grande y de color rojo. Esto es una imagen algo
parecida a lo que me describió aquel día:
Para mi John era un hombre serio, centrado y tranquilo. Pero a
pesar de esto, me sorprendí cuando fue sincero conmigo y me dijo que, aunque
era un hombre que siempre iba a la iglesia y trataba de mantener una apariencia
ante la gente. En el fondo era un hombre que no le importaba mucho tener una relación
con Dios. Ni ser un hombre tranquilo en su hogar, ya que de las puertas para
adentro era un hombre que se enojaba fácilmente, al punto de gritarle a sus
hijos y en muchas ocasiones cuando el enfado era muy grande, se llevaba a la
fuerza a su esposa al granero y le pegaba. John tenía 6 meses de estar en el
Hospital, había sido llamado varias veces por Dios para conversar en el cuarto,
pero él no quería ir ahí. No quería regresar a su mundo real.
Al final de ese día, solo fui a
mi habitación para pensar en cada historia. No fue fácil dormir, no podía dejar
de pensar en todo lo que pasaba en ese lugar. Así que reflexione un largo rato
sobre mi vida y porque Dios me había llevado ahí. Esperaba poder despertar en
mi verdadera cama al día siguiente.
Día 3
De nuevo desperté en esa cama
extraña y decidí desde temprano caminar por todo ese lugar para ver si descubría
algo nuevo. Me sentía muy abrumado y aburrido. Me senté a ver televisión varias
horas, ya que no lo había hecho en los 2 días anteriores. Daban programas de
todo tipo, pero no dejaba de pensar en lo extraño que debió de ser para una
persona que vivió en una época distinta a la mía, ver una por primera vez una
caja con personas adentro.
Durante el resto del día me la
pase caminando y viendo un poco de televisión. Me parece algo aburrido contar
sobre eso.
Fue entonces cuando al estar
sentado en una banca, pude sentir un sentimiento nuevo, algo que nunca había
sentido antes en mi vida. Llego de pronto, era una paz profunda y llena de
amor.
Luego, escuche una voz: te
espero en tu habitación - Era Dios -
Me gustaría ser un
escritor con mucha habilidad para describir todo lo que sentía en ese momento.
Era un sentimiento noble y
hermoso, un amor increíble que me lleno por completo. No tenía miedo ni duda,
era Dios y sentía su dulce llamado en ir a la habitación.
No se los tipos de problemas
que tenían las otras personas ahí, los motivos por los que no querían regresar
a sus vidas reales. Pero donde yo sentí ese llamado de Dios para ir al cuarto,
no pude resistir ese amor tan tierno llamándome. No lo pensé y enseguida me
puse de pie y me fui rápido a mi habitación. Iba pensando en que vería al
llegar, en que pasaría una vez que de habláramos, si era cierto que después de
esa charla iba a regresar a mi hogar. Pero lo que más pensaba era como otras
personas habían sentido ese llamado y habían preferido quedarse sentados en una
banca y viviendo en ese Hospital en lugar de ir hablar con Dios. De verdad,
pensaba: ¿Es tan grande el vicio que tiene con las drogas como para no querer
volver a su vida real? ¿De verdad su vida es tan horrible allá afuera?
Dios llega a la habitación
Ahora, al escribir este blog,
años después, me vuelvo a ser esa pregunta y puedo pensar que si hay terribles
vidas muy duras. Si yo hubiera tenido una vida así de fea posiblemente también
hubiera preferido seguir viviendo en ese Hospital en lugar de regresar al mundo
real. Personalmente mi vida en ese momento no era muy bonita, vivía en
continuas tristezas y con una falta de propósito por vivir, pero lo que me hizo
ir a esa habitación para hablar con Dios, fue ese amor tan grande y tierno. Sabía
que si regresaba a mi vida real no iba a ser fácil, no se iban a solucionar mis
problemas de un momento a otro. Pero preferí tener un momento con Dios, a
seguir en esa vida vacía que tenía.
Así que seguí caminando rápido,
y al llegar cerca de mi habitación. Se podía ver una luz blanca que había
adentro y resplandecía tanto que ese resplandor se podía ver desde el pasillo.
Camine los últimos pasos muy despacio. De pie en la puerta de la habitación
pude mirar a un hombre con el rostro resplandeciente. Sentado en mi cama, su
ropa y sandalias eran blancas. No puedo describir su rostro ya que como dije,
le resplandecía mucho y no lo podía ver.
Me acerque poco a poco, estaba
sin aliento y sin palabras. No podía moverme y estaba como una estatua de pie
en la puerta. Quería moverme, quería hablar, quería hacer tantas cosas al mismo
tiempo, pero de la sorpresa no podía moverme.
Dios: ¿Porque has estado ignorándome
cuando he hablado? He querido hablar muchas veces contigo, pero nunca me has
prestado atención.
Me dijo Dios con una voz suave
pero triste. Al momento de oír estas palabras me quebrante por dentro. ¿Cuántas
veces él me había hablado y yo nunca le había puesto atención? ¿Cuántas veces
el había querido pasar un tiempo conmigo y yo en mi terquedad nunca había
querido creer en él?
No pude más y corrí hacia él. Caí
arrodillado a sus pies y lo abracé. Sentía un amor como mundo no había sentido.
El me devolvió el abrazo, me decía cuanto me amaba y cuánto tiempo había
esperado para hablar conmigo. Hasta ese momento yo veía a Dios como un ser
supremo, bueno, pero algo lejano a todos los humanos. Ese abrazo que Dios me
dio, me enseño la faceta de la que habla la Biblia, pero nunca lo hacía
conocido. La faceta de Padre. Ese abrazo era exactamente eso, el abrazo de un
Padre. Un abrazo que alejaba todo temor y toda duda. Comencé a pedirle que me
perdonara por toda la culpa que sentía por todos los momentos donde lo ignoraba
y lo había mantenido lejos de mi vida.
Me abrazo con más fuerza y me
dijo que no debía de sentir culpa. Que él me amaba y que estaba acá siempre
para mí. Disfrute unos minutos abrazado a él, de ese amor y paz que no puedo
describir.
Pongo una imagen parecida a
como estaba arrodillado en ese momento con Papá, como ahora lo llamo.
De regreso a la vida real
Fue entonces que tal y como lo
dijo John, en ese momento comencé a salir de ese Hospital. La luz que resplandecía
de Dios comenzó hacerse más intensa hasta el punto que aunque tuviera los ojos
cerrados, podía seguir sintiendo esa luz que no dejaba de hacerse más intensa.
Unos momentos después me
desperté en mi verdadera habitación de mi casa. La impresión de verme ahí fue
tan grande como la que tuve, 3 días atrás cuando ingresé aquel Hospital. Eran
las 4 am, me sentía muy despierto y sentía que la cabeza me iba a explotar por
todo aquello vivido.
Con los años, le he comentado
esta historia a unas 10 personas. Algunos de ellos han sido creyentes en Dios y
otros son ateos. No sé si tú, quien lees esto, eres creyente o no. No sé si me creerás
que realmente lo soñé. Si fue cierto o no. Lo que espero es que pienses un poco
en Dios, en Papá. Él es real, y así como a mí me habló mucho tiempo y lo
ignoré, estoy seguro que te ha hablado. Espero que hayas podido escuchar su
voz. Y si no te invito a que hables con él. Que leas la Biblia, donde él le
habla a muchas personas y te muestra cómo es su corazón.